A dichas conclusiones llegó un estudio realizado por la Escuela de Salud Pública de Harvard (Estados Unidos), publicado en la revista Annals of Internal Medicine. Los autores explicaron que la clave de este efecto se encuentra en el ácido trans-palmitoleico, una sustancia que ubicada en la grasa de la leche, queso, yogurt y manteca. Como el cuerpo humano no produce este compuesto, la única manera de incorporarlo es a través de la alimentación.
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